"Quien no quiera tomar nota de que la noción
de 'progreso' necesita una reformulación profunda después de
Auschwitz,
Hiroshima, Chernobil, Bhopal, la fractura Norte-Sur y la crisis ecológica
mundial, quizá sea algo peor que tonto."
Jorge
Riechmann, ‘Gente que no quiere viajar a Marte’.
Comisión Ambiental en el CEIP Alonso Berruguete, de Paredes de Nava, el pasado 25 de febrero. |
La semana
pasada visité Paredes de Nava: una de las reuniones mensuales de la Comisión
Ambiental del CEIP Alonso Berruguete fue la excusa ideal para ver de cerca cómo
avanza este año el proyecto en el centro. Lo han llamado ‘Cuidamos nuestro
cuerpo, cuidando nuestro huerto’.
Primera lechugas y guisante en los semilleros del CEIP Alonso Berruguete |
Si el año
pasado ya arrancaron con pequeños semilleros de algunas variedades hortícolas,
este curso han dado el gran salto, y con la ayuda del programa ‘A
Huebra’, que recupera el nombre del toque de campana que avisaba a
la gente de los pueblos de que había que hacer un trabajo comunitario –y que
pretende, siguiendo esa misma filosofía, la mejora de espacios compartidos-,
han conseguido unos bancales estupendos y un pequeño invernadero para
transformar su patio en auténtico huerto.
Bancales e invernadero del CEIP Alonso Berruguete. |
Esta
nueva línea de trabajo, que viene a darle continuidad a la ‘Ecología Emocional’
del curso pasado, se suma a otros ejes estables, como son el mantenimiento de
las Patrullas Verdes –que, según me contaron funcionan mejor en unos cursos que
en otros- y a la mejora de la convivencia con el reparto y diversificación de
espacios de juego en el patio.
Leyendas alusivas a los cultivos del huerto escolar decoran los espacios interiores del CEIP Alonso Berruguete. |
Y a todo
esto, se me ha venido a la cabeza un libro que leí hace tiempo y que, creo,
viene muy al caso. Jorge Riechmann es filósofo, traductor, poeta, activista
ecologista y no sé cuántas cosas más, así que no sigo porque se me acaba el
espacio de este post. En su faceta de ensayista, hace años empezó una suerte de
trilogía de la
autocontención, de la que yo solo me he leído la última entrega, ‘Gente
que no quiere viajar a Marte’.
Básicamente,
su tesis se podría resumir en lo siguiente: partiendo de que la idea de
progreso que se ha instalado en los últimos siglos –heredera de la Ilustración-
está muy vinculada al control y dominio sobre la naturaleza derivada de los
avances científicos y sus aplicaciones técnicas, habría que ‘ilustrar la
Ilustración’, parar incorporar los problema ambientales –que hace tres siglos
ni siquiera se vislumbraban-, apoyándonos, no solo en la ciencia, sino también
en la responsabilidad moral.
Él
identifica como igualmente reaccionarias, tanto la visión tecnoentusiasta –con una
fe ciega en que la tecnología nos salvará de cualquier apuro-, como las huídas
a esa Arcadia perdida –que reencanta un pasado que, seguramente, nunca existió-,
pero que en el momento actual sería inviable. Decía el fallecido sociólogo
polaco Zigmunt Bauman que “la distancia que separa la contabilidad ficticia del
capital de la contabilidad real de los ecosistemas es el desafío ético de la
globalización” y por ahí van los tiros.
Fijaos
que ha llovido ya desde que en 1972 el matrimonio Meadows redactara el famoso informe
para el Club de Roma ‘Los
límites del crecimiento’, ninguneado por el sector más interpelado,
o sea, el de la economía ortodoxa. Ni sus revisiones posteriores, más
pesimistas aún –ya que corroboraban las tendencias apuntadas-, han conseguido
poner en el centro del debate la evidencia científica más determinante de su
veracidad. La segunda ley de la Termodinámica, o de la entropía, nos viene a
hablar de la irreversibilidad de los procesos, y es la restricción más
elocuente a un crecimiento que devora energía en un escenario que impone
límites a la eficiencia. Vamos, en román paladino, que no hay más cera de la
que arde.
Y por
eso, el hilo sobre el que gira el libro es la necesidad de dedicarnos, mejor
que a la minería en Júpiter –en una, nada disimulada, crítica al afán
expansionista y colonizador de nuestra civilización, y a las inversiones en la
carrera espacial-, a la jardinería en la Tierra. Porque ya lo decía Manuel
Sacristán, "lo primero que se le ocurre a uno críticamente es que si tan
fácil es hacer habitable la Luna y Júpiter, por qué no mantener habitable la
Tierra. Con toda seguridad sería más fácil.”
Tareas de acondicionamiento de la tierra en el CEIP Marqués de Santillana, de Carrión de los Condes. |
Como este
blog está dirigido, especialmente, a docentes termino enlazándoos una batería
de recursos para poder iniciar este viraje hacia el planeta Tierra, cuidando y
cultivando la tierra, y asumiendo nuestra finitud y nuestra cualidad de ‘seres
fronterizos’, solo conteniéndonos reconocemos la alteridad, solo asumiendo
nuestros límites, dejamos espacio a ‘los otros’ (incluida la Tierra que nos
acoge)…
Agroecología
Escolar, un completo manual escrito al
alimón por un biólogo y una profesora, que invita a repensar la educación
contemporánea, desde su forma, currículo, cultura, práctica…
Eskola Baratzea, portal de huertos escolares del Gobierno Vasco,
con información y recursos didácticos para trabajar los huertos escolares
ecológicos.
Red de Huertos Escolares Participativos
Ecológicos de La Rioja,
un completo portal web con materiales didácticos, manuales, calendarios de cultivos
y todos los recursos que os podáis imaginar.
Las más peques del CEIP Marqués de Santillana riegan sus plantas: en breve las trasladarán al huerto de su propio patio. |
Post
scriptum: cuando estaba a punto de terminar esta entrada me ha llegado un
correo de la coordinadora del Programa Escuelas para la Sostenibilidad en el
CEIP Marqués de Santillana, de Carrión de los Condes. Se han incorporado este
año, pero se lo han tomado con muchas ganas y prueba de ello son algunas de las
fotos que me envían y que me han venido que ni pintadas para ilustrar los últimos párrafos de este post.
Es habitual que niños y niñas visiten las huertas cercanas de su propio pueblo (muchas veces, hasta de familiares) y se abastezcan de semillas. |
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