martes, 26 de mayo de 2020

La competencia ecosocial, imprescindible para la salud





En estos tiempos convulsos, la vida sigue y la tramitación del proyecto de Ley Orgánica de modificación de la LOE (LOMLOE) sigue en trámite parlamentario. Este proyecto no contempla la emergencia climática y ecosocial, que la crisis sanitaria que ahora vivimos ha revelado imprescindible abordar. Es por eso que desde el movimiento #EA26 de profesionales de la educación ambiental lanzan esta propuesta que pretende conseguir incorporar la competencia ecosocial en el curriculum escolar a través de esta nueva norma legal. Reproducimos a continuación el manifiesto elaborado y que puedes encontrar en educacionambiental26.com:

INTRODUCCIÓN

El metabolismo industrial del sistema dominante de producción y consumo impacta en todo el planeta hasta el punto de sumergir a la sociedad mundial en una grave crisis ecosocial, multidimensional y global. El cambio climático es el ejemplo paradigmático, su impacto futuro estará condicionado por las decisiones presentes (individuales, colectivas, políticas, económicas, culturales, etc.). Así pues, la crisis climática es un problema que debemos afrontar y enfrentar ayudando a las sociedades, a través de la formación de sus miembros, a una toma adecuada de decisiones que faciliten su mitigación y también la adaptación a sus efectos.
La magnitud de los problemas a los que hemos abocado a los sistemas naturales que mantienen la vida en la Tierra es tal que muchos de ellos ya se encuentran comprometidos. Nuestra ecodependencia e interdependencia hacen que la educación deba facilitar una cultura de la sostenibilidad basada en la vida y en el respeto a todas sus formas y procesos y permitir que las futuras generaciones puedan convivir en paz y de manera sostenible.
El alumnado, a través de la competencia ecosocial, desarrolla  el entendimiento del ser humano como ecodependiente e interdependiente capaz de realizar una comprensión sistémica de la realidad pasada y presente. Le ayuda a ser consciente de los límites ecológicos y a ser capaz de actuar dentro de ellos y de ajustar su actividad al funcionamiento de los ecosistemas. También facilita la reflexión sobre las posibles transformaciones personales y colectivas y herramientas para una toma de
decisiones que permita avanzar hacia una transformación social hacia sociedades justas, democráticas, descarbonizadas y sostenibles. Su fundamento debe ser el conocimiento científico y el desarrollo de un sentido crítico respecto de los sistemas socialmente construidos (cuidados, cultura, política, economía, comunicación…).

DIMENSIONES DE LA COMPETENCIA ECOSOCIAL

En cuanto al saber, la competencia ecosocial impulsa el conocimiento actualizado respecto a los problemas ecosociales complejos. Considerando el cambio climático, se tienen que conocer su historia, sus causas, impactos y consecuencias, vínculos con nuestro estilo de vida, responsables, plazos, así como el significado de la descarbonización y el conocimiento de las alternativas o posibles medidas de mitigación y adaptación. Esto implica entender el planeta como un sistema finito cuyos bienes comunes deben ser tratados con la misma consideración y adquirir un conocimiento crítico del sistema de producción y consumo, de los flujos de energía y ciclos materiales del planeta.
En cuanto al saber ser, esta competencia es clave para la construcción de ecociudadanía. Los principios que la guían están orientados al respeto y cuidado de la comunidad de la vida, la integridad ecológica, la justicia social, la democracia y la no violencia. Y regidos por actitudes y valores relacionados con la asunción de criterios éticos asociados a los derechos humanos sumados al desarrollo de la empatía como elemento clave para articular sociedades ecosociales. Asimismo, la vida en comunidad precisa entender los sistemas sociales y políticos y contemplar la participación
como un derecho fundamental de la ciudadanía que debe ser alentado, además de ser un instrumento imprescindible para dar respuesta a la crisis climática.
Finalmente el saber hacer es clave para la construcción de ecociudadanía, para favorecer la capacidad para enfrentar problemas, buscar soluciones y actuar de manera individual y colaborativa en su resolución. Las habilidades argumentativas, deliberativas y de diálogo son fundamentales para la búsqueda de acuerdos. Se trata de desarrollar habilidades necesarias en entornos de alta incertidumbre en los que la resiliencia cobra protagonismo. Así pues, el pensamiento crítico constituye una de las claves para facilitar la reflexión que tenga en cuenta el conocimiento científico
disponible y los imperativos universales de justicia y equidad en el reparto de los bienes comunes y las cargas ambientales según las posibilidades y límites de los diferentes contextos vitales.
En definitiva, todo ello facilita el empoderamiento del alumnado como agentes de cambio ecosocial tanto en el centro educativo como en su entorno, incluso en esferas más amplias como la comunidad, el estado o el mundo, adoptando comportamientos sostenibles, participando e involucrándose en actividades y grupos de trabajo comunitarios para alcanzar las metas de sostenibilidad de manera consciente y contextualizada. De esta manera, se posibilita el tránsito de un modelo económico basado en el consumo y el individualismo, hacia otro basado en la cooperación y el respeto a las personas y a la naturaleza. Empoderarse significa saber cómo influir y actuar en el sistema político más allá de las comunidades de referencia (votar, participar en movimientos sociales, promover marcos normativos-legislativos alternativos, exigir políticas
públicas coherentes con la emergencia climática, etc.).


COMPETENCIA ECOSOCIAL PARA LA SOSTENIBILIDAD

La competencia ecosocial facilita la comprensión del mundo, entendiendo las relaciones y procesos que en él se producen y las consecuencias a corto, medio y largo plazo. A la vez fomenta una actitud proactiva para ser parte de una ciudadanía activa que promueve, participa y reclama acciones de defensa de la vida. Estos serían, resumiendo, los horizontes de cada dimensión:

SABER
  1. Reconocer la vida en el planeta como un sistema complejo y su valor intrínseco, así como la ecodependencia e interdependencia de  todos los seres humanos.
  2. Conocer cómo funciona la vida, los límites y flujos energéticos, materiales y biofísicos de nuestro planeta.
  3. Ser conscientes de la profunda crisis ambiental, de sus impactos en los órdenes sociales y económicos y de la inevitabilidad de profundos cambios sistémicos.
  4. Comprender y relacionar la historia, las causas, consecuencias y respuestas a los problemas ecosociales en los que está integrado el metabolismo industrial de la actividad humana.
  5. Conocer los desiguales repartos del poder y de la riqueza en las sociedades contemporáneas, sus causas y consecuencias.
  6. Reconocer cómo se manifiesta la crisis climática en las distintas escalas en las que opera la sociedad humana, desde la personal a la global; y cómo estas escalas se conectan.
SABER SER
  1. Ser conscientes de los límites ambientales, tanto de los límites externos (biofísicos y ecológicos) como de los límites internos (definidos por la satisfacción justa y suficiente de las necesidades
  2. humanas) y ser capaces de actuar dentro de ellos.
  3. Adoptar modos ambientalmente responsables en la vida cotidiana, siendo conscientes de sus consecuencias ecosociales.
  4. Tener una actitud activa en la lucha contra el cambio climático y los problemas ecosociales.
  5. Participar en el trabajo comunitario y en la defensa del bien común.
  6. Empatizar con los seres vivos y sectores sociales afectados por las problemáticas ecosociales. 
  7. Tener una actitud positiva ante las nuevas formas de entender la vida y el bienestar, más basadas en el ser que en el tener, en el sentir comunitario que en el individualismo.
SABER HACER
  1. Tener una visión holística que sea capaz de analizar el sistema económico como un subsistema del social y este a su vez del ambiental.
  2. Analizar la sociedad desde una perspectiva de justicia, equidad, democracia y solidaridad superando el androcentrismo, el etnocentrismo y el eurocentrismo.
  3. Conocer las estructuras de organización social, las posibilidades de participación en ellas para ejercer una ciudadanía activa.
  4. Resolver problemas ecosociales de manera individual y colectiva.
  5. Participar de forma consciente y crítica en los procesos de transformación ecosocial y participar en organizaciones ciudadanas para llevar a cabo acciones que  generen justicia social, equidad y sostenibilidad.
  6. Adoptar pautas de consumo ajustadas al funcionamiento de los ecosistemas de manera que puedan maximizar sus funciones.

¿Estás de acuerdo con estas ideas? Pues difunde este manifiesto en redes y firma la petición en Change.org

martes, 5 de mayo de 2020

Otros impactos de la crisis del Covid19 (y II)





Esta pandemia global es una crisis de dimensiones brutales que nos afecta como sociedad y, de seguro, condicionará la manera que tenemos de relacionarnos entre nosotros y con nuestro entorno. Con una mirada optimista, este periodo también nos ha proporcionado una serie de aprendizajes colectivos que nos pueden ayudar y muy mucho a las necesarias transiciones socioecológicas que los grandes retos ambientales nos enfrentan. Apuntamos aquí algunos de ellos.


La evidencia de un maltrato a la naturaleza que se nos revuelve

Esta pandemia ha evidenciado nuestra vulnerabilidad como seres vivos, la fatuidad de nuestra existencia y nos ha recordado algo que es evidente pero a menudo olvidamos: somos básicamente seres vivos, vulnerables, que dependemos de las variables biofísicas para vivir. También nos ha hecho tomar consciencia de que todo lo que le hacemos a la naturaleza, que soporta esas variables biofísicas de las que dependemos, tiene consecuencias sobre nuestra calidad de vida. Como nos recuerda Silvia Ribeiro, del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas: no le echen la culpa al murciélago,  echémosla a nosotros mismos porque es la presión sobre los recursos naturales, es la reducción del espacio para la vida silvestre, la extensión de la actividad agropecuaria industrial a todos los rincones del planeta y es también la caza incontrolada de fauna silvestre, la causante última de esta pandemia. Las últimas pandemias (Covid19, gripe aviar, gripe porcina, …) han saltado de animales silvestres a los humanos fruto, justamente de la presión que ejercemos sobre ellos y en muchos casos de las técnicas de manejo de la ganadería industrial.

Esta crisis nos está poniendo frente al espejo, de manera descarnada, el efecto boomerang de nuestros actos; de cómo el modelo predador que como especie usamos para aprovechar los recursos del planeta, pasan factura antes o después. Ello hace que se esté engrosando una conciencia global, alimentada por las recientes movilizaciones climáticas, de mayor empatía y corresponsabilidad con el Planeta.



Una nueva mirada a la movilidad sostenible

El confinamiento y la casi paralización de la actividad productiva ha tenido como efecto la reducción notabiliísima de la movilidad motorizada en nuestros pueblos y ciudades hasta niveles nunca vistos. Y la salida al desconfinamiento brinda una oportunidad a aprovechar los aspectos positivos que hemos descubierto durante estas semanas de reducción de tráfico (reducción de la contaminación, pacificación del espacio público, del ruido, etc.) pero también de reconfigurar la movilidad sobre bases que faciliten la seguridad basada en el distanciamiento físico.

Así, la bicicleta, que al principio de la crisis fue vista con unos ojos llenos de prejuicios por algunas personas, ha ido ganando enteros en su concepción como medio de transporte idóneo para garantizar el distanciamiento social así como para facilitar una vida más saludable.

También la movilidad peatonal que, recordemos, sigue siendo mayoritaria en los desplazamientos cotidianos España, es una alternativa que tiene potencial de crecimiento porque también facilita el distanciamiento físico en la “nueva normalidad” que se nos aviene. De hecho, algunas ciudades como Barcelona, Zaragoza o Valladolid, y otras como la capital palentina que lo está valorando, han decidido peatonalizar calles y avenidas para facilitar que los paseos y salidas a la calle que está posibilitando la desescalada gradual, se puedan hacer en condiciones de seguridad.

Estas iniciativas están sirviendo, en definitiva, para reconsiderar la movilidad y por poner en la agenda social los evidentes beneficios de prescindir, en la medida de lo posible, de una movilidad motorizada, y el papel que el nuevo urbanismo puede tener para ello.



El valor de un consumo menos irresponsable, una nueva mirada a quien nos da de comer

Este tiempo que hemos pasado en casa nos ha permitido descubrir y recrearnos en un modo de consumo diferente. Que la levadura y la harina hayan sido los productos de mayor demanda en las semanas centrales del confinamiento, que el comercio de cercanía, las tiendas del pueblo hayan ganado en cuota de mercado ante el cierre de los centros comerciales, nos ha hecho ver que quienes mejor nos apoyan en los momentos de necesidad es el pequeño comercio y los productos de cercanía, y que nuestra capacidad para alimentarnos mejor es una apuesta por tratar mejor, también, al Planeta.

Esta pandemia  nos ha servido para reconocer nuestra dependencia de las personas y los sectores sociales de los que depende nuestra calidad de vida. Entre ellos, campesinos y campesinas que nos dan de comer han logrado escalar algunos puestos en la escala de reconocimiento social, y la soberanía alimentaria, la capacidad de los pueblos para abastecerse de alimentos de calidad, emerge con todo su potencial para transitar hacia modelos alimentarios resilientes, que sean capaces de soportar envites severos como el de esta pandemia. Necesitamos sistemas alimentarios de cercanía, que tengan capacidad de abastecer con prontitud a los mercados locales, adaptados a las peculiaridades de cada región, con capacidad para generar actividad económica y empleo y, sobre todo, respetuosos con el entorno para asegurar la alimentación también de las generaciones venideras.


La valorización de lo público

Por último, esta pandemia también nos ha mostrado la fortaleza y el valor de contar con unos servicios públicos de calidad. No solo nos referimos a un servicio sanitario capaz de enfrentar esta crisis sanitaria, sino todos los servicios públicos que han demostrado ser esenciales (educación, abastecimiento de agua, limpieza, etc.) y que todas las tardes a las ocho la sociedad ha dignificado con los aplausos dados a todas esas personas que, con sus cuidados, están haciendo posible superar esta crisis.

Además de los servicios públicos, esenciales también para diseñar una transición socioecológica más justa, la salida del confinamiento está también sirviendo para recuperar el espacio público: las imágenes de las cientos de personas paseando por calles y plazas, parques, jardines o montes tras el inicio de la desescalada, están sirviendo para mostrar que esos entornos, que siempre han estado ahí, tienen un grandísimo valor como espacios para recuperar la libertad, reconectar con la naturaleza, ocupar nuestro ocio y mejorar nuestras relaciones con nuestros vecinos y nuestro medio.



En definitiva, esta crisis ha puesto contra las cuerdas a nuestra sociedad, sin ninguna duda. Pero también nos ha permitido atisbar cómo enfrentar situaciones complicadas, y cómo los asideros que nos han soportado como sociedad durante estas durísimas semanas, pueden ser estrategias para enfrentar las necesarias transiciones socioecológicas que la crisis ambiental y el cambio climático, nos apelan como sociedad a acometer.