“Lo más profundo es la piel”, Paul Valery.
Esquema de 'las cinco pieles' de Hundertwasser. |
La procastinación
está muy denostada. Y, sin embargo, puede ser que hayamos dado un nombre
pomposo al simple subterfugio que siempre ha buscado la mente en situaciones de
estrés. Si se nos va de las manos, efectivamente, puede convertirse en un
problema, pero la de cosas fascinantes que quizá descubramos dejando para otro
momento la imperiosa necesidad de lo urgente.
Un día, sin ir más lejos, una amiga enlazó un reportaje
sobre el cambio
climático en el mundo del arte; unas semanas más tarde, te llega el
último cuaderno de Entretantos, titulado Arte,
Territorio y Comunidad, en el que se tratan de tejer saberes,
memorias olvidadas, cultura popular y patrimonio…; y al otro, estás leyendo este
artículo sobre un colectivo docente que trabaja diferentes
problemas sociales y ambientales utilizando la expresión artística como
herramienta de reflexión. Y escarbando –procastinando, sí- en su andadura, te
das de bruces con el nombre de un tal Friedensreich
Hundertwasser, del que nunca habías oído hablar.
Este artista elaboró una especie de significación del ser
humano, uniendo el arte con la vida, a partir de una serie de capas
argumentales, ‘las
cinco pieles’: la epidermis, que reflejaría la piel, en sentido
estricto, y la desnudez del ser humano, su sencillez; la ropa, reflexionando a
través de esta segunda piel sobre la uniformidad, el anonimato o el estatus social;
la casa, entendida como el hábitat cotidiano, le guió para hacer una fuerte
crítica al urbanismo modernista; la identidad, o nuestros ‘yoes’ sociales, desde
nuestra identidad sexual, de género, la familia, las amistades, la comunidad,
el barrio, la nación…; y la Tierra (ecología), como quinta piel, por la que
luchó en contra de la energía atómica, o apoyando desde la plantación de
árboles a campañas a favor del transporte público.
Pero, agárrate, que sigues tú procastinando, y te encuentras
con un trabajo de fin de grado en Bellas Artes colgado en la nube en el que alguien
ha dado la vuelta como un calcetín a las cinco pieles del ser humano para
convertirlas en las
cinco pieles de la naturaleza, y hacer una denuncia de los principales
impactos–sobre la atmósfera, la roturación y deforestación, el urbanismo y la
contaminación, en sus múltiples variantes- que ejerce el ser humano como quinta
piel sobre el Planeta, y pieza clave por su responsabilidad, pero también por
su sensibilidad y capacidad para entender nuestro lugar y poder actuar
sabiéndonos parte de un mismo todo.
Y como todo esto me ha resultado muy inspirador –y por
aquello de sentir que la postergación de mis tareas puede tener utilidad más
allá de mi propio deleite-, lo quería compartir. Porque parece que nos cuesta –o
yo, al menos, reconozco mis limitaciones- para engarzar el tipo de proyectos en
que trabajamos, más vinculados siempre a las áreas científicas y técnicas, en
otras disciplinas.
No sabría deciros cómo han llegado hasta mí, quizá procastiné
más de la cuenta, pero para que tengáis más referencias inspiradoras en las
cual miraros –vuestro centro, a vuestro alumnado, vuestras necesidades como
docentes, las de vuestra comunidad, y también hacia dentro, a vuestro propio interior-
os dejo estas dos referencias que aúnan un abecedario
de experiencias para conectar arte y escuela, y 100
buenas prácticas de aprendizaje-servicio.
Y en este juego de espejos… ¿por qué quinta piel empezaríais
a trabajar?
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