¿Se pueden ‘promover sociedades pacíficas’ y vender armas a los actores involucrados en guerras? ¿Cuánta verdad esconde hablar de ‘poner fin a la pobreza’ y bloquear la lucha contra el fraude y la evasión fiscal? ¿Es compatible un desarrollo llamado sostenible con la promoción del comercio internacional?
Claro que hay motivos para alabar
los Objetivos
de Desarrollo Sostenible, básicamente, porque si los Objetivos de
Desarrollo del Milenio sirvieron de telescopio a los países del norte para
mirar –y ver- a los países del sur global, los ODS les ponen un espejo para repensar
sus políticas; porque abrazan una suerte de alianza global, donde no solo los
estados, sino la sociedad civil y el sector privado tienen un decisivo papel en
su consecución; porque integran las dimensiones económica, social y ambiental,
y asumen que la lucha contra el cambio climático o la desigualdad han de ser
estrategias globales; o porque, por primera vez, se reparten responsabilidades,
distinguiendo entre las ‘comunes pero diferenciadas’, las ‘internacionales’ y
las ‘obligaciones extraterritoriales’.
Ahora bien, tampoco hace falta
ser un lince ibérico para darse cuenta de un simple vistazo de que, para
empezar, no son vinculantes –con lo que produce sonrojo que hayan firmado
estados que incumplen tratados internacionales, que sí lo son, y los hay que van
a la contra de evidencias científicas-; para continuar, apuntan a las
consecuencias, y no a las causas, como si la pobreza, la desigualdad o hasta el
cambio climático fueran maldiciones bíblicas contra las que tenemos que luchar;
y para terminar, resulta cachondo que amplíes objetivos, respecto a los ODM, y
te casques una inflación de metas –hasta 169, ahí es nada, siendo muchas de
ellas viejas promesas incumplidas, como aumentar el porcentaje del PIB dedicado
a Ayuda Oficial al Desarrollo, que se fijó en el famoso 0,7% nada menos que en
1970- cuando sabes que uno de los hándicaps, además de la falta de datos, es el
sindiós de los medios de verificación para según qué indicadores. Pero lo más
chanante de todo es que una ‘agenda global’ se convierta en un desagüe por el
que se nos cuela todo, desde derechos humanos a criterios ambientales, dando un
papel preponderante –sin decirlo- a transnacionales y organismos multilaterales,
y eximiendo a los estados de sus responsabilidades en, por ejemplo, el acceso
al agua o a la educación, y relegándolos casi al papel de meros fedatarios
frente al dinamismo del sector privado.
Vamos, que no sé si es todo
prehistórico, pantagruélico o chiripitifláutico, pero como este es un blog para
animaros y, sobre todo, ayudaros a trasladar la sostenbilidad a vuestras aulas,
no sé si en la primera parte de esta entrada lo he conseguido, pero me voy a
esforzar en el hueco que me queda. Antes de nada, os propongo un ejercicio: si
os parece que he sido muy exagerada, os invito a leer, primero, esta revisión
crítica de los ODS, y después, que os descarguéis el documento ODS.
¿Por qué son importantes?, que aparece en la parte superior derecha
de la web. Os agradecería que hasta comentarais qué os parece, no sea que yo
tenga un día escéptico, o hasta cínico, pero el calificativo de naif se me
queda corto.
Bueno, pues al lío. Que no quería
yo tanto hablaros de los ODS como de los estupendos recursos disponibles en la
red para trabajarlos en centros educativos. Para arrancar, en este blog del Centro
Nacional de Innovación e Investigación Educativa (CNIIE), que la
mayoría conoceréis, podéis descargaros sendos materiales didácticos: para primaria,
la cosa se centra en la importancia de la educación, de calidad y con igualdad
de oportunidades, en tanto en secundaria se abordan los 17 objetivos desde los
ámbitos socio-lingüístico y científico-técnico.
Esta Guía para trabajar los ODS desde
las aulas os ofrece actividades, dinámicas y un montón de recursos para
primaria y secundaria, y de bola extra os reta a un desafío. Y aunque no están
todos y es un material orientado a secundaria ¡Tú
también eres parte! es una unidad didáctica con fichas para algunos
de los ODS.
Y si queréis trabajar los ODS
vinculados a igualdad, alimentación y ciudades desde una perspectiva de género,
atentas a esta maleta
feminista, que aborda desde los cuidados, pasando por la soberanía
alimentaria o la apropiación de la ciudad. O esta otra unidad didáctica que se
centra en la lucha
contra la desigualdad de género desde la escuela, la familia y la
sociedad.
Si queréis tener otras visiones
de la sostenibilidad –no tan liberalizadas como la de la agenda oficial de los
ODS- os recomiendo cambiar de gafas para ver el mundo. Y como hay tantas
educaciones como calificativos se nos vayan ocurriendo, os dejo este vídeo, que
habla sobre la pertenencia, la interdependencia, la solidaridad y la capacitación
para la acción. Porque como decía Paulo Freire, “hay muchas educaciones, pero
no todas son liberadoras”…
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