"Llegará
un día en que una sola zanahoria, con solo verla, desencadenará una revolución."
Tengo apuntada esta cita, atribuida a Paul Cézanne, desde hace tiempo y,
ciertamente, nunca he entendido muy bien su significado, pero siempre me ha
gustado. Me he acordado de ella leyendo
este artículo, porque quizá da sentido a la frase al hablar, precisamente,
de esa improbabilidad de la revuelta, de la impredecible metamorfosis, del
factor sorpresa, caótico y caprichoso, que pueda desencadenar un revolución.
En otra
entrada del blog, os hablé de lo difícil que es imaginar el futuro –sobre
todo desde un presente que se plantea cada vez más incierto- al hilo del discurso
que una adolescente de 15 años hizo, nada menos, que en el cierre de la Cumbre
del Clima el pasado diciembre. Lo que ha motivado ese alegato, que sacó los
colores a los mandatarios de medio mundo, es un movimiento estudiantil que
empezó como una huelga escolar por el clima todos los viernes, a la que se
sumaron unos 3.000 jóvenes en la primera convocatoria, 12.000 en la segunda y
sacó a 30.000 personas a las calles de Bruselas en su tercera llamada. Un grupo
de investigadores y científicas belgas ha firmado un manifiesto apoyándoles, y
sus colegas de Holanda han hecho lo propio cuando el movimiento se ha replicado
en el país, seguido de Alemania, Suiza y hasta 25 ciudades del Reino Unido. Estudiantes
franceses se suman hoy a la huelga climática, y mientras, en
nuestro territorio, parece que solo Barcelona ha tomado el testigo para los
próximos días.
2018 ha
sido el cuarto año más cálido desde que se tienen registros, y se augura un
fenómeno de El Niño que hará estragos si se cumple la previsión de que 2019 supere toda la serie histórica. Ante esta inminencia, que recuerda un
poco a aquello de que “el futuro ya está aquí”,
se ha convocado un paro
estudiantil a nivel internacional para el próximo 15 de marzo que, precedido
por la huelga feminista del 8M, y en nuestro país a un mes y medio de
elecciones generales, tienen pinta de calentar el ambiente para la primavera.
La crisis
climática, y sus derivadas ecosociales, está en la periferia de las agendas políticas,
por no decir que su prioridad es prácticamente nula en los medios de
comunicación convencionales. Por lo que necesitamos empezar a construir un
relato sobre la autonomía energética y alimentaria a la que deberíamos tender
como sociedad, acostumbrarnos a que cuando nos hablen de economía y de
oportunidades laborales, empecemos a exigir que sean medidas pegadas al
terreno, en el sentido estricto del término, que pongan freno a unos flujos
globales con impactos desastrosos, ambientales y sociales. Y resulta
esperanzador –aunque en el artículo que os citaba al principio se dude de la
capacidad movilizadora de la esperanza, que se confabula con la espera- que
sean jóvenes, y especialmente, mujeres quienes estén al frente de estas
huelgas.
Niños y
niñas de Ampudia –porque están todos los que son y son todos los que están- han
empezado a plantar para ese futuro. De la reunión de su comisión ambiental
salieron dos ideas muy claras: querían cuidar de la naturaleza y plantar
árboles. Y estos días se han puesto a ello y me envían las fotos de la faena,
plantando un manzano, un peral, un almendro y un olivo. Además, cuando armamos
un poco el plan de acción que llevarían a cabo, les envié unas fichas para
investigar las propiedades de algunos vegetales de temporada, y para
recordarlas mejor, van a elaborar un tablero, similar al del juego de la oca,
en el que, por supuesto, incluirán los beneficios de manzanas, peras, almendras y qué decir de las aceitunas. También aprenderán a apreciar las ventajas de los
huevos de corral, como los que ponen las gallinas de su patio, respecto a los
de granja. Si bien es cierto que esta producción tiene sus riesgos, como que
entre una raposa y se coma todas las gallinas… pero ya tienen otras, a las que
espero no se las coman.
Italo
Calvino imaginó a Octavia, una de sus ciudades invisibles, colgada de un
precipicio entre dos montañas y sostenida por una red. Pero consciente del peso
que esa red puede soportar y, por tanto, de sus propios límites, Octavia
encierra en su fragilidad toda su fortaleza. Una juventud concienciada y
empoderada viene a darnos una lección, desde su fragilidad, de la fortaleza
que atesoran sabiéndose al borde del precipicio.
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