El pasado jueves, en mi visita norteña, también estuve en el
CEIP Las Rozas. Entrar en el centro fue casi hacer un viaje en el tiempo: este
año está inmerso en un proyecto en torno a la Montaña Palentina y me topé con
una exposición sobre su tradición y cultura, la agricultura, ganadería y minería
que han dado forma y carácter al paisaje y paisanaje de estas tierras y
atesoran un patrimonio material e inmaterial de cuidado.
Montar algo así y, además, programar todas las
actividades paralelas para que el alumnado conozca esas tradiciones es una
tarea, sin duda, muy absorbente. Aún así, el cole no pierde el rumbo de los
tres pilares sobre los que se asienta su modelo educativo: el bilingüismo, las
nuevas tecnologías y el medio ambiente. Bajo este último pilar han incorporado
el tema de los residuos como estrategia de centro. Así, por ejemplo, cada año
al matricularse, el nuevo alumno o alumna recibe un embudo para la recogida de
aceite y una bolsa de rafia para la separación de papel y cartón y envases en
sus casas.
Este año han pasado unas encuestas para conocer la actitud y
los hábitos en los hogares en lo que a residuos se refiere. Los resultados
muestran aspectos muy comunes a cualquier otro lugar, desde la excusa de la
falta de espacio en casa para separar las distintas fracciones, la falta de información
o la confusión entre distintos materiales, como es el caso del vidrio y el
cristal. Así que, además de ponerse en contacto directamente con Ecoembes –la
entidad que se encarga de la recogida y gestión de envases en toda España- para
que les faciliten pósters informativos, se han planteado hacer visitas
personalizadas a las comunidades y a las familias para resolver todas las dudas
y persuadirles de su necesaria colaboración.
Eduardo –coordinador desde hace años del programa Escuelas
para la Sostenibilidad en el centro- me contaba que, quizá por el peso de otros
proyectos, por la dificultad de darle continuidad a un proceso de ecoauditoría
con claustros cambiantes cada curso, puede parecer que no se ha trabajado lo
suficiente a nivel interno. Sin embargo, además de aprender con sus
explicaciones cómo funciona una comunidad de aprendizaje, me quedé con esa
forma de trabajar que implica tener una mirada algo camaleónica: sin descuidar la
labor educativa en el propio colegio, esforzarse para que esta incida
positivamente más allá de unas puertas siempre abiertas, en las familias, para el
barrio, hacia toda la comunidad…
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