En esta era de la comunicación instantánea, suele decirse que
lo que no se cuenta, no existe. Por si fuera cierta esta máxima, en el CEIP
Villalobón este curso se han propuesto mejorar la comunicación, hacia el interior
y el exterior del centro, pero no solo.
El colegio se ha embarcado en un proyecto de
gamificación,
o sea, una metodología que trata de trasladar la mecánica de los juegos al
proceso de aprendizaje. Aplicable a cualquier ámbito educativo, puede ser
especialmente interesante para eso que tradicionalmente llamamos educación en
valores, desde la educación ambiental, el consumo o la salud, hasta la educación
para la paz o la igualdad de oportunidades, o sea, todos esos ejes transversales
que, lastimosamente, las últimas reformas educativas han dejado bastante
descafeinados en pos, por ejemplo, del emprendimiento.

Dentro del proyecto de Escuelas para la Sostenibilidad, el
colegio ha venido trabajando el tema del ruido: si el año pasado se
convirtieron en
detectives y
mapearon los ruidos en cada espacio del cole –volcando su investigación
en murales que siguen decorando sus paredes-, este año toca sacar adelante las
propuestas de mejora. En nuestra última visita nos contaron de qué manera lo
van a llevar a cabo.

Investigando sobre el ruido, se han dado cuenta de que este
tiene mucho que ver con otras cosas, como el orden, la convivencia, el respeto…
y por si fuera poco, también está muy relacionado con los estados de ánimo, o
sea, cómo estamos cuando hacemos según qué ruidos y cómo nos quedamos después de
soportarlos. Así que, la Comisión Ambiental ha decidido crear la llamada
Patrulla SOL, cuya primera tarea ha sido elaborar su
carta de responsabilidades, o sea, por qué van a velar cuando estén de ronda.
En un par de semanas, desde aquella reunión, ya le ha dado
tiempo a entregar sus primeros premios. Y como el colegio se ha transformado en
una aldea vikinga, los
premios “vikingos/as silenciosos/as” se traducen en monedas de la aldea con las que elegir,
por ejemplo, la música de entrada y salida del colegio.


Hace unos días, una experta en neurociencia alertaba del
riesgo de convertir las aulas en un
‘frenesí
emocional constante’, y creo que tiene razón: la vida, a ratos, es aburrida
y hemos de enseñar a asumir ese aburrimiento y encontrar, quién sabe, vocaciones
y aficiones ocultas en él. Pero también es verdad que aprendemos entrelazando
lo nuevo con lo que ya sabemos. La Patrulla SOL ha aprovechado el ruido para recordar
el reciclaje trabajado en años anteriores, para tejer la educación ambiental
con las emociones, y para hacer realmente transversales el aprendizaje, el
juego y la convivencia. Y con todo esto… ¿a qué os suena el colegio de
Villalobón?
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