viernes, 14 de diciembre de 2018

Elogio de la incertidumbre


Pensar es aprender de nuevo a ver y a poner atención.
Albert Camus.



Al final, existen los transposones, los grandes reinos evolutivos ya no nos valen, y los linajes en base al ADN mitocondrial materno puede que no estén tan claros. Estos son tres ejemplos de la incertidumbre a la que está expuesta solo un ámbito de la ciencia, la biología: se cayó lo de la transmisión vertical de genes como única vía evolutiva, ríete tú de eucariotas y bacterias, que el reino Archaea guarda más secretos que la tumba de Tutankamón y, para remate, hace solo unos días, nos enteramos de que, quizá, también heredemos mitocondrias de nuestros padres.

Ayer tuvimos reunión de nuestro seminario permanente, y en ella contamos con un ponente para darnos su visión sobre la adaptación curricular de la educación ambiental. Salí, como decían las abuelas, con los pies fríos y la cabeza caliente. A ver, estoy de acuerdo en que cualquier cosa que hagamos, sea enseñar o cestos de macramé, diseñar naves espaciales o vender churros, lo tenemos que hacer vinculado a nuestro propio ser. Quizá otra forma de decirlo más llana, sea la famosa frase de Galeano, “hacemos lo que hacemos para cambiar lo que somos.” A lo mejor somos como el gato de Schrödinger, y estamos vivos y muertos simultáneamente, en esa permanente pugna entre las certezas asumidas y los fronteras que tenemos que cruzar para abrazar abismos, cada vez, más cotidianos.

También comparto que una enseñanza que ya no se basa en conocimientos sino en competencias, deja mucho margen a docentes para que aquellos sean solo la excusa de abordar, de manera coordinada, el desarrollo de las habilidades necesarias para desenvolverse en un mundo en el que ya no funcionan los discursos aprendidos. Nuestras identidades se licúan, la familia, el trabajo, la patria, la estabilidad… ya nada es para toda la vida, y ahí estamos, reinventándonos a cada poco, siquiera para cubrir una mínima coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.

Pero, qué queréis que os diga, mezclar incertidumbre con posverdad… por ahí no paso. Una cosa es que nuestro acceso al conocimiento tenga sus límites y, superados estos, a veces con tecnología y otras, más importantes, por cambios de paradigma, nos permitan ver la realidad desde planos diferentes a los habituales, penetrar en verdades más profundas, ejercitarnos en la capacidad de recrear la mirada desde otros puntos de vista. Y todo esto, con el grado de incertidumbre que nos exige el mundo actual. Y todo esto, asumiendo, también, que nuestro conocimiento siempre será situado.

Pero nada de lo anterior tiene que ver con la posverdad, un término elegido como neologismo del año 2016, nada menos que por el Diccionario de Oxford, con la siguiente definición: "Relativo o referido a circunstancias en las que los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales." O séase, que en la época de la redes sociales en la que vivimos, cualquier cosa que una persona crea, pasa a ser verdad, esté contrastada o no, porque la mentira se nos presenta como una verdad desde otro punto de vista. Así, yo puedo decir que existen elefantes rosas voladores solo por el hecho de me que guste la idea y quiera creer en ella, y nadie me podrá negar que esa sea mi verdad.

Las palabras y su influencia en la percepción y recreación de la realidad –es decir, su capacidad performativa sobre esta- ha sido objeto de estudio desde tiempos lejanos. Nietzsche decía “sin un nombre, las cosas no existirían.” Me preocupa, y mucho, no ya el uso, sino la existencia misma de las palabras. Si el término posverdad acaba cuajando, como parece, y el término mentira desaparece de nuestro diccionario mental, estaremos dando luz verde a una palabra de mentirijillas, a un trampantojo que, no solo encubre y sustituye a la mentira, sino que confunde mentira y verdad. El poema ‘Nocturno’, de Rafael Alberti, recoge este verso: “Siento esta noche heridas de muerte las palabras.” Así que, os animo humildemente a parar, como ayer nos decían, pero para “aprender de nuevo a ver y a poner atención.”



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