La semana pasada hice mis últimas visitas del trimestre.
Estuve, de nuevo, en Carrión de los Condes, en la primera reunión de la recién
conformada Comisión Ambiental del CEIP Marqués de Santillana, que se ha sumado
este año a nuestro programa. Me lo pasé pipa con niños y niñas que habían sido
elegidos, según me contaron las profesoras, entre una larga lista: al parecer,
la idea de la sostenibilidad ha prendido en el colegio y venían con muchas
ganas.
Pero lo primero que quería saber era qué entendían por
sostenibilidad. Silencio. No pasa nada, las palabrejas, a veces, no sirven para
comunicarnos tan bien como pensamos así que, les pedí que me dijeran cosas que
relacionaban con el medio ambiente. Y ahí el asunto se empezó a poner
interesante: todo eran buenas palabras, ya sabéis, naturaleza, seres vivos. Fenomenal,
pero ¿no conocéis ningún problema relacionado con el medio ambiente?
Contaminación, deforestación, calentamiento global. Estupendo ¿y qué tiene que
ver vuestro cole con esos problemas? Silencio. Entonces tendremos que pensar en
qué pasa en vuestro cole y para qué estáis aquí, en la Comisión Ambiental. En
ese momento, uno de los críos dijo:
Pues sí, porque estáis aquí para tomar decisiones –exactamente
igual que quienes forma parte de la CE-, pero a otra escala: vuestro colegio. Y
habéis asumido la responsabilidad de mejorar todas esas cosas que tienen que
ver con el medio ambiente. En ese punto, creo que la mayoría ya se iba ubicando
y, mientras me contaban las cosas que pasaban en el colegio, las fuimos
relacionando con esos problemas ambientales que desde nuestro entorno podemos
mejorar: tal vez un huerto para fomentar la diversidad, como en la propia
naturaleza; o habilitar distintos espacios en el patio para que se pueda jugar
a más cosas sin necesidad de un balón; o empezar por no tirar los restos del
almuerzo y pararnos a pensar qué tiene eso que ver con la contaminación…
En Saldaña, la Comisión Ambiental del CEIP Villa y Tierra es más madura y sus
miembros, incluso de infantil, saben lo que quieren para mejorar el colegio:
hacer semilleros para el futuro huerto, solicitar tierra al Ayuntamiento, y
bancos y sillas para que quien quiera pueda sentarse a almorzar o a jugar al ajedrez
o charlar un rato en el recreo. Y también quieren un rocódromo horizontal, que
me enteré que se llama ‘búlder’. El representante del Ayuntamiento, que estuvo
presente, tomó buena nota de todas estas peticiones, mientras me seguían
contando cómo funciona la mediación en el patio, o sea, como tratan de resolver
los pequeños malentendidos y peleas entre niños y niñas.
Resolver conflictos, tomar decisiones e incidir en otras
instancias para pedir colaboración y mejorar juntos nuestro entorno: casi que
no se me ocurre mejor definición para la política con mayúsculas. Niños y niñas
de este colegio aún no habrán cumplido 75 años en el 2078, como Greta
Thunberg, que la semana pasada les sacó los colores a los líderes
mundiales, reprochándoles en su alegato que “nos están robando el futuro ante
nuestro propios ojos”, tras una Cumbre del Clima de la ONU francamente
decepcionante. Cuesta imaginar cómo estarán las cosas, en este minúsculo punto del universo que habitamos, en ese
lejano horizonte, pero echando la vista atrás me acuerdo de la icónica Blade
Runner y, desde luego, el mundo no se parecerá en nada el año que viene al 2019 distópico que dibujaba. O quizá sí, y, como aquellos replicantes aparentemente
sin emociones, aún estemos a tiempo de desarrollar la empatía necesaria, no
para salvar el mundo, sino para amar la vida, la vida de
todos.
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