jueves, 31 de mayo de 2018

jueves, 24 de mayo de 2018

Nos estamos ahogando en plástico



Y no es una forma de hablar. Quizá las personas, no, o todavía no nos estemos ahogando. Pero si pensamos que cada año se estima que llegan al océano entre 9 y 13 millones de toneladas de residuos plásticos, que los animales marinos –desde una medusa, pasando por tortugas y llegando a un gran atún- son incapaces de distinguir entre alimento y los minúsculos pedazos de plástico en que quedan transformados los restos, por ejemplo, de un bastoncillo de los oídos eliminado por el retrete (en lugar de depositarlo en el cubo de la basura) o esa pajita sin la que pareciera que la especie humana no hubiera evolucionado en su deglución, o que las aves marinas pueden llegar a acumular hasta un 8% de su peso corporal en plástico… ¿os sigue pareciendo una expresión exagerada?

Hoy os hablo de esto porque el pasado jueves tuvimos nuestra cuarta y última reunión del Seminario de Escuelas para la Sostenibilidad. Si miráis el calendario y buscáis la efeméride ambiental de ese día, comprobaréis que el 17 de mayo es el Día Mundial del Reciclaje, y si echasteis un vistazo a la prensa quizá os topasteis con este artículo de provocador título. Y no es para menos…

El plástico –en realidad, existen muchos tipos con diferentes características- es uno de los materiales que más tarda en degradarse en la naturaleza. En este proceso, lo habitual es que vaya fragmentándose en trocitos cada vez más diminutos que, además de resultar indistinguibles para la mayoría de organismos de lo que sería su alimento, van acumulando sustancias tóxicas. Además, por mucho que nos insistan en las bondades del reciclaje, lo cierto es que la inmensa mayoría del plástico no se recicla porque técnica o económicamente no es viable así que, aun en el mejor de los casos en que colaboremos en su recogida selectiva, no pensemos ni por un momento que pasará por un circuito casi perfecto como el del vidrio.

Por todos estos motivos, cada vez más voces, tanto desde el ámbito científico como del activista, están pidiendo una regulación más estricta, como la prohibición de productos desechables, ya sabéis, pajitas, vasos, botellas… Un paso para darle visibilidad a este enorme problema es celebrar el próximo 5 de junio, el Día Mundial del Medio Ambiente, bajo el eslogan #SinContaminaciónPorPlásticos: si seguís este hastag, seguro que encontráis mucha más información y, sobre todo, ideas para poner en práctica.


Por nuestra parte, en el Seminario del pasado jueves decidimos dos cosas: que la Confint Provincial que celebraremos en Paredes de Nava sea un evento ‘sin plásticos’, con lo que familias y escolares tendrán que plantearse un tentempié y un almuerzo diferentes para esa jornada; y que, igualmente, el resto de docentes y escolares que estaréis ese día en las aulas aprovechéis para darle visibilidad a la sostenibilidad –como eje transversal en el que estáis trabajando en el centro- y de paso, os las ingeniéis para convertir la jornada en una celebración de vuestra ‘ruptura’ con el plástico. Y si, además, ¿luego nos lo contáis?


jueves, 17 de mayo de 2018

¿Qué hacer cuando los problemas nos vienen de fuera?


Pero... ¿hace falta insistir?

La carretera que une Guardo con Buenavista de Valdavia me permitió el otro día disfrutar sobre la marcha de ese patrimonio sobre el que gira el proyecto de la Montaña Palentina en el que están trabajando en el CEIP Las Rozas. Entre un paisaje inflado de colores primaverales se iban colando una iglesia por aquí, algún ingenio minero por allá, y una quietud que viene muy bien en jornadas tan intensas.

Como las que suelen tener los pequeños colegios del mundo rural, y no es una excepción el CP La Valdavia, en el que habían coincidido el mismo día la orientadora, una reunión con las familias y mi visita. Entre una y otra, y dejando casi de lado su hora de la comida, Aroa me puso al día de la marcha del programa en el colegio. Desde la última reunión no han podido avanzar mucho, sobre todo porque los problemas que se han detectado en torno a los residuos en el patio del colegio… se escapan un poco de sus manos.

Pero no penséis que esto les ha hecho arredrarse, qué va. Niños y niñas del colegio decidieron explicar por escrito al propio  Ayuntamiento lo que pasaba: al contar con unas pistas de juego, es lógico que puedan acceder jóvenes de fuera del centro a este recinto. Lo que ocurre es que, si compartimos un espacio, deberíamos poner cuidado en mantenerlo en unas condiciones que, como mínimo, no compliquen el día a día de sus habituales habitantes, o sea, los y las escolares del CP La Valdavia.

Lastimosamente, no ha habido la respuesta esperada: ni se han habilitado papeleras, ni ningún operario del Ayuntamiento se encarga de la limpieza de los residuos –especialmente, los más peligrosos, como restos de vidrio rotos-, ni el propio Ayuntamiento le ha hecho un guiño de complicidad a la comunidad escolar, después de que esta depositara su carta, coincidiendo con la Navidad, con la ilusión de quien escribe a los Reyes Magos.
¿Qué echas de menos?

Así que, siguiendo con las pautas derivadas de su última Comisión Ambiental, familias y escolares se han puesto manos a la obra y han diseñado unos carteles para, siquiera, sacarles los colores a aquellas personas que usen el patio en su tiempo libre. También hablamos del tema del agua como eje de trabajo elegido en la anterior reunión, si bien con un invierno tan lluvioso parece haber pasado a un segundo plano y no ha tenido tirón. Aroa se ha hecho cargo del programa Escuelas para la Sostenibilidad este año, pero ha aguzado muy bien sus sentidos y captado la sensación general, que me transmitió, de que a niños y niñas no les gusta especialmente el patio del colegio.

Encuentra el campo de fútbol...

Seguramente, ningún crío diría que “la estética también es una cuestión de ética”, una frase del urbanista Jordi Borja que se me vino a la cabeza echando un vistazo al espacio que rodea el edificio del colegio: un campo de fútbol que cuesta reconocer entre la vegetación silvestre que se ha adueñado de él, una explanada cubierta de grava que no invita, precisamente, al juego, y una enorme cancha deportiva con frontón y pistas de futbito y baloncesto. ¡Ah, se me olvidaba! Y una minúscula zona de columpios y juegos infantiles… ¿os suena?

Un oasis, aunque pequeñito...

Es lógico que el patio centre las inquietudes escolares, verbalizadas a su manera, cuando cuesta encontrar en él esa mezcla de misterio, sorpresa, diversión o, algo tan intangible como la belleza. Se echa de menos una diversidad de espacios que impulse, también, la imaginación de los y las peques para autogestionar su propio esparcimiento. Así que, concluimos reconducir en una próxima Comisión Ambiental el trabajo hacia el potencial que encierra el patio y, sobre todo, las soluciones que para mejorarlo podrían aportar sus protagonistas. Lo hicimos con la confianza de que el embellecimiento puede facilitar la apropiación del espacio, incluso por sus visitantes, y siempre es más fácil cuidar de lo bello...

Más de lo mismo en los coles y, en este caso, el centro de los problemas...



miércoles, 16 de mayo de 2018

Tradición e innovación




El pasado jueves, en mi visita norteña, también estuve en el CEIP Las Rozas. Entrar en el centro fue casi hacer un viaje en el tiempo: este año está inmerso en un proyecto en torno a la Montaña Palentina y me topé con una exposición sobre su tradición y cultura, la agricultura, ganadería y minería que han dado forma y carácter al paisaje y paisanaje de estas tierras y atesoran un patrimonio material e inmaterial de cuidado.



Montar algo así y, además, programar todas las actividades paralelas para que el alumnado conozca esas tradiciones es una tarea, sin duda, muy absorbente. Aún así, el cole no pierde el rumbo de los tres pilares sobre los que se asienta su modelo educativo: el bilingüismo, las nuevas tecnologías y el medio ambiente. Bajo este último pilar han incorporado el tema de los residuos como estrategia de centro. Así, por ejemplo, cada año al matricularse, el nuevo alumno o alumna recibe un embudo para la recogida de aceite y una bolsa de rafia para la separación de papel y cartón y envases en sus casas.

Este año han pasado unas encuestas para conocer la actitud y los hábitos en los hogares en lo que a residuos se refiere. Los resultados muestran aspectos muy comunes a cualquier otro lugar, desde la excusa de la falta de espacio en casa para separar las distintas fracciones, la falta de información o la confusión entre distintos materiales, como es el caso del vidrio y el cristal. Así que, además de ponerse en contacto directamente con Ecoembes –la entidad que se encarga de la recogida y gestión de envases en toda España- para que les faciliten pósters informativos, se han planteado hacer visitas personalizadas a las comunidades y a las familias para resolver todas las dudas y persuadirles de su necesaria colaboración.

Pero todo esto ya para el curso próximo, al igual que el concurso de fotografía propuesto por el propio alumnado para sensibilizar a todo el barrio. Precisamente, en una de las reuniones regulares que mantiene la Comisión Ambiental del centro, también surgió la idea, motivada por estudiantes de música, de elaborar instrumentos musicales con materiales reciclados. Y una muestra de los originales diseños que han surgido será lo que compartirán con el resto de centros en el encuentro provincial del próximo 5 de junio.




Eduardo –coordinador desde hace años del programa Escuelas para la Sostenibilidad en el centro- me contaba que, quizá por el peso de otros proyectos, por la dificultad de darle continuidad a un proceso de ecoauditoría con claustros cambiantes cada curso, puede parecer que no se ha trabajado lo suficiente a nivel interno. Sin embargo, además de aprender con sus explicaciones cómo funciona una comunidad de aprendizaje, me quedé con esa forma de trabajar que implica tener una mirada algo camaleónica: sin descuidar la labor educativa en el propio colegio, esforzarse para que esta incida positivamente más allá de unas puertas siempre abiertas, en las familias, para el barrio, hacia toda la comunidad…

martes, 15 de mayo de 2018

¿Cómo evitar 400 bolitas de papel de aluminio a la semana?




Esta es la pregunta que estaban tratando de responder alumnos y alumnas de 1º ESO cuando llegué el jueves pasado al IES Guardo. Y es que en este centro llevan ya año y medio dándole vueltas al tema de los residuos, y después de su ‘basurómetro’, para estudiar qué basura generaban y colocar papeleras selectivas en puntos estratégicos del centro, ahora están por tomarse en serio la reducción. Y hay dos elementos que les preocupan especialmente: el papel que diariamente alumnos y alumnas han identificado que desperdician en clase, y que podría aprovecharse con algo tan sencillo como colocar bandejas para reutilizarlo; y el envoltorio que sistemáticamente utilizan para su almuerzo.




En muchos casos, la solución para sustituir el papel aluminio con que envolver el bocadillo pasa por el uso de tarteras. Pero quizá una buena idea para cursos de primaria, cuyo recreo se disfruta en el patio y puede habilitarse un espacio común para depositar dichos recipientes, no sea la mejor fórmula cuando hablamos de chicos y chicas que ya salen del recinto del centro. Así que, con la ayuda de Elvira, Elena y Marga –docentes y miembro de la Comisión Ambiental- y los tutores de 1º y 2º de ESO, van a dedicar una sesión de tutoría al diseño y confección de unas fundas para sus bocadillos. Se trata de una propuesta sencilla, no hay ni siquiera que coser; cómoda, porque una vez que comemos el bocata, la funda se pliega y ocupa tan poquito como para poder guardarla en el bolsillo trasero del pantalón; ecológica, y no solo por la bolita de aluminio que evita generar, sino porque para su confección lo ideal es reutilizar algún retal que tengamos en casa; y original, porque ese diseño se puede personalizar con una tela que, de alguna manera, me identifique, me guste y que no se confunda con el resto.

Así, multiplicando el número de alumnos y alumnas de 1º y 2º ESO por los cinco días de la semana, una medida tan fácil de poner en práctica ahorra la friolera de 400 bolitas de papel aluminio a la semana. Estas acciones a pequeña escala pueden parecernos en ocasiones insignificantes, pero si nos paramos a pensar en las consecuencias que están teniendo muchas de nuestras acciones cotidianas en el mundo –como la acumulación de plásticos en los océanos-, podemos vislumbrar el efecto positivo que, por repetición y acumulación, tendrían pequeños gestos en sentido contrario. Sería una forma de comprobar y poner en práctica aquello de que mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo pequeñas cosas puede cambiar el mundo, y sin necesidad de viajar ni mapear la superficie de Marte. Y con todo esto que os acabo de contar... ¿no vais teniendo ganas de ver cómo enfocan en el instituto antes de finalizar el curso el tema de la energía? 

viernes, 11 de mayo de 2018

Los aparatos también desayunan







Carlos es el miembro más joven de la renovada Comisión Ambiental del Colegio Santo Ángel de Palencia, que ayer tuvo una reunión para compartir el trabajo que han hecho este año en torno a la energía. Y una de las cosas que han descubierto dibujando es que, igual que todas las mañanas tienen que desayunar para ir al cole, vivimos rodeados de aparatos que también ‘desayunan’: la televisión, el ordenador, una tostadora, el proyector que hay en el aula… ¡todos los aparatos que nos rodean necesitan energía para poder funcionar!

Otras compañeras nos contaron el acercamiento más pormenorizado que los cursos superiores han hecho, con algunas estimaciones sobre el consumo de energía de un solo aula: teniendo en cuenta que hay 4 luminarias fluorescentes que permanecen encendidas unas 540 horas a lo largo de todo el curso, han llegado a la conclusión de que el consumo de energía estaría en torno a 1Kw al año. También han observado que no se aprovecha del todo bien la iluminación natural y, aunque hubo algunos apuntes sobre posibles soluciones, no nos adelantemos…


Se suele decir que la vida se parece más a una espiral que a una línea recta. Durante los últimos años el Colegio Santo Ángel ha venido trabajando en torno a su patio escolar. Fruto de la llamada de atención y la reflexión colectiva sobre la distribución y el uso del espacio, habéis ido dando soluciones para diversificarlo, y prueba de ello es que ahí están el jardín vertical o vuestra ‘reserva natural’. La evolución de una ecoauditoría creo que también se parece más a esa espiral de que os hablaba que a una línea recta, y me explico.

La ecoauditoría es un proceso que debe ser capaz de ‘abrazar’ nuestros logros, mantenerlos, revisarlos y mejorarlos. Ayer también surgieron algunas ideas para unir los palets del jardín vertical mediante enredaderas, elegir verduras cuyo ciclo de siembra y recolección coincida con el curso escolar para plantarlas en la nueva zona de tierra, o embellecer con algún graffiti la ‘reserva natural’ y publicitarla como ‘biblioteca al aire libre’, además de instalar carteles que indiquen su localización y darla a conocer en su doble función de diversidad de especies y espacios.




Como veis, no se trata de que le empecemos a meter mano a la energía y dejemos el patio de lado, pero tampoco de que abordemos el nuevo tema desde la misma perspectiva que aquel en el que ya llevamos un largo recorrido: estamos en otra vuelta de espiral y esto va por fases así que, y aún a riesgo de repetirnos, os recordamos que estáis arrancando y, por cierto… ¡¡¡con mucha energía!!! Este año todo el colegio le ha dado vueltas a algo invisible y, en función de las edades, habéis llamado la atención sobre su uso. Esta primera fase de motivación –y algún diagnóstico preliminar- os permitirán seguir profundizando en la procedencia o los tipos de energía y, por supuesto, investigar muchas más cosas sobre su presencia en el cole. Pero no corramos, porque vamos lejos: para que vuestra espiral siga girando y ‘abrazando’ todo lo que hagáis, es necesario el sosiego de la reflexión compartida. Y ya vendrán las soluciones, siempre propuestas colectivamente...