martes, 5 de mayo de 2020

Otros impactos de la crisis del Covid19 (y II)





Esta pandemia global es una crisis de dimensiones brutales que nos afecta como sociedad y, de seguro, condicionará la manera que tenemos de relacionarnos entre nosotros y con nuestro entorno. Con una mirada optimista, este periodo también nos ha proporcionado una serie de aprendizajes colectivos que nos pueden ayudar y muy mucho a las necesarias transiciones socioecológicas que los grandes retos ambientales nos enfrentan. Apuntamos aquí algunos de ellos.


La evidencia de un maltrato a la naturaleza que se nos revuelve

Esta pandemia ha evidenciado nuestra vulnerabilidad como seres vivos, la fatuidad de nuestra existencia y nos ha recordado algo que es evidente pero a menudo olvidamos: somos básicamente seres vivos, vulnerables, que dependemos de las variables biofísicas para vivir. También nos ha hecho tomar consciencia de que todo lo que le hacemos a la naturaleza, que soporta esas variables biofísicas de las que dependemos, tiene consecuencias sobre nuestra calidad de vida. Como nos recuerda Silvia Ribeiro, del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas: no le echen la culpa al murciélago,  echémosla a nosotros mismos porque es la presión sobre los recursos naturales, es la reducción del espacio para la vida silvestre, la extensión de la actividad agropecuaria industrial a todos los rincones del planeta y es también la caza incontrolada de fauna silvestre, la causante última de esta pandemia. Las últimas pandemias (Covid19, gripe aviar, gripe porcina, …) han saltado de animales silvestres a los humanos fruto, justamente de la presión que ejercemos sobre ellos y en muchos casos de las técnicas de manejo de la ganadería industrial.

Esta crisis nos está poniendo frente al espejo, de manera descarnada, el efecto boomerang de nuestros actos; de cómo el modelo predador que como especie usamos para aprovechar los recursos del planeta, pasan factura antes o después. Ello hace que se esté engrosando una conciencia global, alimentada por las recientes movilizaciones climáticas, de mayor empatía y corresponsabilidad con el Planeta.



Una nueva mirada a la movilidad sostenible

El confinamiento y la casi paralización de la actividad productiva ha tenido como efecto la reducción notabiliísima de la movilidad motorizada en nuestros pueblos y ciudades hasta niveles nunca vistos. Y la salida al desconfinamiento brinda una oportunidad a aprovechar los aspectos positivos que hemos descubierto durante estas semanas de reducción de tráfico (reducción de la contaminación, pacificación del espacio público, del ruido, etc.) pero también de reconfigurar la movilidad sobre bases que faciliten la seguridad basada en el distanciamiento físico.

Así, la bicicleta, que al principio de la crisis fue vista con unos ojos llenos de prejuicios por algunas personas, ha ido ganando enteros en su concepción como medio de transporte idóneo para garantizar el distanciamiento social así como para facilitar una vida más saludable.

También la movilidad peatonal que, recordemos, sigue siendo mayoritaria en los desplazamientos cotidianos España, es una alternativa que tiene potencial de crecimiento porque también facilita el distanciamiento físico en la “nueva normalidad” que se nos aviene. De hecho, algunas ciudades como Barcelona, Zaragoza o Valladolid, y otras como la capital palentina que lo está valorando, han decidido peatonalizar calles y avenidas para facilitar que los paseos y salidas a la calle que está posibilitando la desescalada gradual, se puedan hacer en condiciones de seguridad.

Estas iniciativas están sirviendo, en definitiva, para reconsiderar la movilidad y por poner en la agenda social los evidentes beneficios de prescindir, en la medida de lo posible, de una movilidad motorizada, y el papel que el nuevo urbanismo puede tener para ello.



El valor de un consumo menos irresponsable, una nueva mirada a quien nos da de comer

Este tiempo que hemos pasado en casa nos ha permitido descubrir y recrearnos en un modo de consumo diferente. Que la levadura y la harina hayan sido los productos de mayor demanda en las semanas centrales del confinamiento, que el comercio de cercanía, las tiendas del pueblo hayan ganado en cuota de mercado ante el cierre de los centros comerciales, nos ha hecho ver que quienes mejor nos apoyan en los momentos de necesidad es el pequeño comercio y los productos de cercanía, y que nuestra capacidad para alimentarnos mejor es una apuesta por tratar mejor, también, al Planeta.

Esta pandemia  nos ha servido para reconocer nuestra dependencia de las personas y los sectores sociales de los que depende nuestra calidad de vida. Entre ellos, campesinos y campesinas que nos dan de comer han logrado escalar algunos puestos en la escala de reconocimiento social, y la soberanía alimentaria, la capacidad de los pueblos para abastecerse de alimentos de calidad, emerge con todo su potencial para transitar hacia modelos alimentarios resilientes, que sean capaces de soportar envites severos como el de esta pandemia. Necesitamos sistemas alimentarios de cercanía, que tengan capacidad de abastecer con prontitud a los mercados locales, adaptados a las peculiaridades de cada región, con capacidad para generar actividad económica y empleo y, sobre todo, respetuosos con el entorno para asegurar la alimentación también de las generaciones venideras.


La valorización de lo público

Por último, esta pandemia también nos ha mostrado la fortaleza y el valor de contar con unos servicios públicos de calidad. No solo nos referimos a un servicio sanitario capaz de enfrentar esta crisis sanitaria, sino todos los servicios públicos que han demostrado ser esenciales (educación, abastecimiento de agua, limpieza, etc.) y que todas las tardes a las ocho la sociedad ha dignificado con los aplausos dados a todas esas personas que, con sus cuidados, están haciendo posible superar esta crisis.

Además de los servicios públicos, esenciales también para diseñar una transición socioecológica más justa, la salida del confinamiento está también sirviendo para recuperar el espacio público: las imágenes de las cientos de personas paseando por calles y plazas, parques, jardines o montes tras el inicio de la desescalada, están sirviendo para mostrar que esos entornos, que siempre han estado ahí, tienen un grandísimo valor como espacios para recuperar la libertad, reconectar con la naturaleza, ocupar nuestro ocio y mejorar nuestras relaciones con nuestros vecinos y nuestro medio.



En definitiva, esta crisis ha puesto contra las cuerdas a nuestra sociedad, sin ninguna duda. Pero también nos ha permitido atisbar cómo enfrentar situaciones complicadas, y cómo los asideros que nos han soportado como sociedad durante estas durísimas semanas, pueden ser estrategias para enfrentar las necesarias transiciones socioecológicas que la crisis ambiental y el cambio climático, nos apelan como sociedad a acometer.

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