miércoles, 7 de marzo de 2018

Paramos, pero sin quedarnos quietas…


Mañana es un día especial. Nadie sabe qué pasará al día siguiente, el mundo seguirá girando y volveremos a nuestros quehaceres, trabajos, diversiones y quebrantos. Pero algo habrá cambiado, aunque cueste definir el qué.

El pasado 8 de marzo, y debido a los atroces feminicidios, muchos países latinoamericanos convocaron un paro de mujeres que sirvió de inspiración para que, desde entonces, miles de grupos de millones de mujeres diversas en 177 países del mundo decidieran darle una vuelta a la convocatoria de este año.

Llevan un año preparando la que no es la primera huelga feminista de la historia, pero sí la primera de carácter internacional. Un año para armar una huelga diferente, porque no es una protesta contra un recorte, una medida, una reforma, un gobierno. Es una huelga que nos convoca a parar el mundo que cuidamos, el mundo que movemos desde nuestros trabajos, pero también el mundo que, más que consumir, devora el planeta, el mundo que reproduce la desigualdad.

Una huelga que toca los órdenes económico, social, comercial y educativo, para llamar a rebato a las esferas políticas, para empujar a la reflexión, y remover los poderes que sustentan un mundo que queremos cambiar. Como este es un blog de escuelas, quiero que sea una profesora de filosofía jubilada la que os dé sus razones. Y me vais a permitir que barra para casa, porque es la madre de mi cuñada 😉

Decía Audre Lorde que no bastaba con que las mujeres estuviésemos juntas, porque somos diferentes. A partir del viernes, ese será el gran cambio: juntas desde nuestra diversidad habremos empezado a echar el freno a un mundo que sin nosotras se para. Quizá no sea suficiente, pero es un arranque prometedor.

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